Ultimamente he estado más consciente de la importancia de la naturaleza y lo que nos aporta a nuestras vidas. Los que me conocen saben que no he sido amante de las matas y pensaba que eran muy estorbosas. Sin embargo he reconocido su valor detrás de su utilidad estética, después de repasar lo que aprendí en primaria acerca de los árboles. (El cual será un tema para otro escrito…).
Y pensando en eso, un día iba caminando por un puente peatonal y me encontré un señor con un negocio ambulante de pequeños cactus, muy lindos, y pensé: Voy a comprar uno para mi escritorio y de paso me entreno en cuidar bien un ser vivo (no requiere mucho esfuerzo pero por algo se empieza).
Hablando con el señor, muy amable por cierto, me estaba contando las ventajas de tener un cactus en el puesto de trabajo y.. se notaba que había estudiado su discurso y que además estaba convencido de el. Sin más, empecé a regatear el precio (porque es socialmente permitido con vendedores ambulantes).
El señor me dice: no señorita (me sentí halagada), ese es el precio. Se lo empaco? – Yo insistí en mi petición de bajar el precio, a lo que el me respondió: el bolso que usted lleva es muy bonito. Me imagino que pagó lo justo por el. Tiene muy buenos acabados y la hace ver elegante. – No se si pensó que era costoso (lo cual no es cierto, no quería decirle que lo compré en una rebaja y que no es de una marca sobresaliente). Pero entendí su punto. Fue elocuente y hábil como vendedor y también fue valiente al defender su producto con respeto pero con firmeza. Compré el cactus. No sólo lo compré sino que días después, cuando una amiga lo vio en mi escritorio y le gustó, recomendé el negocio del señor aquel y me encontré hablando de lo amable que había sido. Hoy mirando el cactus reconocí que vale lo que pagué por el.
Lo que a veces nos cuesta reconocer es nuestra propia valía. Y no hablo de dinero sino de todas aquellos atributos, habilidades, fortalezas, talentos y en general las características que nos hacen únicos. Cuando las personas se encuentran en plena construcción de su Marca Personal, auto-reconocerse muchas veces es muy difícil porque tendemos a compararnos con las demás personas, porque no creemos en nuestras capacidades, porque tenemos una autoestima pobre… o por el contrario, el ego no nos deja bajar la cabeza para mirar lo que puede ofrecer el corazón. Y es fácil entonces crear máscaras diferentes para cada escenario donde nos movemos.
El asunto aquí es que para la construcción efectiva de una Marca Personal, es necesario la autenticidad, la transparencia y la coherencia. Es necesario también esforzarnos por ser la mejor versión que podamos para tener algo que ofrecer y ser capaces de servir y aportar. En ese proceso pensamos que lo que somos debe ser capaz de venderse, y venderse bien. La American Marketing Asociation define la venta como: “el proceso personal o impersonal por el que EL VENDEDOR, comprueba, activa y satisface las necesidades del comprador”. Es decir que amoldamos nuestro producto a lo que el comprador quiere. La Marca Personal no es buscar la forma de venderte, es hacer que te compren por lo que realmente vales. Lo que se busca es que, aunque no estés a la venta, la gente quiera “comprarte”, quiera de ti, quiera lo que tienes para ofrecer, porque das valor, porque aportas.
Esto se evidencia muchas veces cuando queremos vestirnos para agradar o encajar en algún escenario particular. Por supuesto, el mensaje no es ser descortés, pues respetar los códigos de vestuario es un acto de educación y reconocimiento a las autoridades, instituciones y personas. Me refiero a que el acto de vestirse no puede ser egoísta, buscando con eso simplemente mostrarme y aparentar algo que no somos. Este tema tiene mucha tela para cortar, pero el mensaje central es vístete con un propósito más loable, apropiado para ti y tu personalidad y también respetuoso agradable para los demás.
El asunto es pensar en el bien común, en el gana – gana, en honrar, antes de buscar ser resaltado. Es dar con buena intención (podemos esperar recibir, pero que esa no sea nuestra principal motivación para hacer algo bien). Aportemos valor real, seamos un “producto” con buenos acabados, que hagamos ver “elegante” a las otras personas. Y que paguen el precio justo por lo que realmente vale nuestra marca.
Nuestra misión es trabajar todos los días para dejar una estela de aroma agradable en un recinto, cuando nos vamos de el. Qué dicen de mi? Qué dicen de ti?
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